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Donn E. Pohren

Donn E. Pohren

Una de las figuras claves que contribuyó especialmente a la difusión internacional del Arte Flamenco de Morón la encontramos en el flamencólogo norteamericano Don Pohren, destacando su obra “ Una forma de vida”.

POHREN DONN E, Flamencólogo y guitarrista, nació en Estados Unidos en el año  1931. También conocido por Daniel Maravilla. Discípulo de Pepe de Badajoz. Se inició en Méjico, después de conocer el arte flamenco a través de Carmen Amaya y su compañía. El lunes día 5 de noviembre de 2007 después de una dura y traicionera enfermedad, Donn murió en su casa de Madrid a la edad de 78 años. 

Publicó los libros The Art of Flamenco, premiado por la Cátedra de Flamencología y Estudios Folklóricos Andaluces de Jerez de la Frontera, y Lives and Legends of Flamenco. 

Con su dedicación y entrega, se convirtió en el principal responsable de la llegada de cientos de extranjeros a Morón, en su mayoría norteamericanos, contribuyendo de una forma decisiva y extraordinaria al esplendoroso resurgir del flamenco en la ciudad, posibilitando que Morón de la Frontera viviera su época más dorada, ofreciendo también a éstos un centro flamencológico en la finca de Espartero, actuando los mejores artistas locales y foráneos de aquellos años sesenta y setenta.

Desde Diego del Gastor, Joselero de Morón, el niño Rosa, Fernandillo de Morón, el Andorrano y todos los sobrinos guitarristas del gastoreño...

De ahí que su visión del flamenco tenga tanto que ver con una práctica social,con una forma de vida, poniendo de relieve que la expresión flamenca no se debe limitar exclusivamente a lo musical, sino que debe entrar también en el terreno de lo social y comunicativo.

En 1953 vino Pohren a España por primera vez y desde entonces mantuvo una estrecha e ininterrumpida relación con el mundo del flamenco, dedicando su vida a su estudio, promoción y divulgación.

En aquella primera ocasión, llegó a Madrid dispuesto a estudiar Filosofía y Letras, pero pronto cambió de opinión, trasladándose a Sevilla en 1956, donde empieza a enterarse de lo que era el flamenco de verdad en casa de los Pavón, la familia de la Niña de los Peines. Junto a su mujer, la bailaora malagueña Luisa Maravilla, disfruta del ambiente flamenco que se respiraba por aquellos días en la sevillana Alameda de Hércules y en la calle Feria que se había convertido en el centro neurálgico de toda la flamenquería con sus bares, cuartos y juergas privadas.

Como aquel ambiente fue decayendo la mayoría de los artistas se fueron retirando a sus pueblos, Pohren decidió seguirles la pista, lo que le deparó “más de una sorpresa, pues el flamenco en las zonas rurales conservaba toda su pureza y autenticidad, al margen del progreso y el cambio.

Así que bajo la ensoñación romántica, se olvidó de la capital y anduvo buscando por los pueblos. Primero por Alcalá de Guadaíra donde encontró a Manolito de María,  "un gran cantaor gitano".

Y luego por Utrera, adonde le llevó Manolito de María para que conociera a la Fernanda y a la Bernarda , a Perrate y a Gaspar y a toda la gitanería utrerana.

Allí fue donde vio y escuchó por primera vez a Diego del Gastor, en el transcurso del Potaje gitano de 1960 en el que actuaron la Fernanda y la Bernarda entre otros. Enseguida se sintió sorprendido e impresionado por la figura de Diego del Gastor, por como destacaba entre todos los demás artistas y por la magistral lección de acompañamiento al cante que dio aquella noche. 

En el bar de Pepe, centro de reunión en aquellos momentos del mundo del flamenco en Morón, encontró a Diego del Gastor "recitando en voz alta, despeinado, sin afeitar: los ojos brillantes y gesticulando..."

Diego lo recordó aunque en Utrera había hablado un instante con él. Le atendió maravillosamente y enseguida lo presentó a todos sus amigos para que no se sintiera extraño.

"Bastaron las primeras notas para comprender que jamás había oído una cosa igual. Era aún superior a aquel Diego que en Utrera había sonado como excepcional acompañante. Sin adornos técnicos , todo emoción. Cada nota tenía su propio significado y su música, era un flujo incontenible, un mágico oleaje. Me sentí hechizado. Durante mis treinta y un años había oído mucha música, pero nada que se aproximara siquiera a lo de aquella noche"

Pasaron cinco años, de 1960 a 1965, para que su sueño en la finca de Espartero se hiciera realidad. Los tres primeros años los pasó en el barrio de Santa Cruz en Sevilla, mientras trabajaba como contable civil en la base aérea de Morón. Y los dos restantes en organizar y llevar Los Gabrieles: un club privado de flamenco en Madrid. Al cabo de los cuales, pudo convencer a sus socios de que el lugar adecuado, donde  "el arte y la vida flamenca se mezclaban indivisiblemente como caras de la misma moneda" era Morón y no Madrid

En 1965, en cuanto la idea de un centro de flamencología se le hizo económicamente factible, Pohren preguntó a Diego del Gastor por una finca cercana a Morón de la Frontera que  pudiese albergar bastantes huéspedes, y con una distancia del pueblo de cualquier vecino para evitar toda posibilidad de molestar a nadie con sus actividades.

El sueño dorado de la Finca de Espartero comenzaba a ser una realidad. En el otoño de ese mismo año se establecía el primer centro de la historia del flamenco ofreciendo clases de guitarra, baile y cante para extranjeros, y lo que aún era más importante para él:  "la oportunidad de participar en esa forma de vida de los gitanos en aquellos momentos ya casi desaparecida"

Pohren realizó muchas aportaciones con efectos positivos como poner a Morón en el mapa flamenco a nivel internacional, su presencia también supuso una importante inyección económica para los artistas locales y Diego del Gastor fue conocido, admirado y venerado por guitarristas y aficionados de todo el mundo, especialmente por algunas ciudades y zonas de California, así como Tokio donde sigue contando con muchos seguidores que fieles a su estilo siguen tocando todas sus falsetas.

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Este espacio, además de la Oficina de Información Turística de la localidad, ofrece una zona expositiva y cultural para deleite del visitante, todo ello en una espectacular nave de dos plantas que conserva el antiguo artesonado de madera del siglo XVII