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Feria de Septiembre

Feria de Septiembre

Desde 1861 que se viene celebrando ininterrumpidamente en la clásica Alameda de Morón.

La feria nació como un necesario comercio entre los pueblos; y como era vistoso, divertido y ameno se propagó la asistencia. Y como muchos van a la feria a ver, no a comprar ni a vender, nació la fiesta.

Las ferias tuvieron una importancia de primer orden en la organización económica del medievo, como centros financieros o intercambio de  mercancías del comercio, en el que se reunían periódicamente los mercaderes profesionales, para realizar sus transacciones.

El desarrollo de las ferias en España corresponde a los siglos XI, XII y sobre todo al XIII, que coincide con la fecha en que Morón es tomado por las tropas del rey Fernando, para convivir con los musulmanes durante dos siglos y medio.

Las ferias poseían privilegios de inmunidad, respecto al lugar donde se celebraban y a las personas que concurrían a ellas, estos privilegios eran concedidos por el señor territorial (en Morón la Orden de Alcántara hasta 1461 y duques de Osuna después). 

Será en el siglo XIX cuando se empieza a disponer de una documentación adecuada, para coordinar y determinar, lo que hoy constituye el primer y más importante festejo de Morón, con rango de fiesta local.

Siendo alcalde del Ilustre Ayuntamiento de Morón de la Frontera don José María González y Fierro, se acordó en Cabildo extraordinario, celebrado el lunes 10 de junio de 1861, celebrar una feria de ganados en los días 15, 16, y 17 de septiembre de cada año, en los terrenos colindantes con la puerta de Utreral

Fueron utilizadas las tiendas de campañas o casetas de lienzo con anchas bandas azules y blancas, alquiladas al Asilo de Mendicidad de San Fernando de Sevilla, las mismas que servían en su ya entonces renombrada feria de abril; y los carros, banderas y gallardetes, los facilitó el Excelentísimo Ayuntamiento.

Los muchos y ricos labradores, hacendados y ganaderos que en Morón entonces existían, concurrieron al mercado con numerosos ganados de todas las especies, para darle animación y vida a la feria.

En la mayor parte de los zaguanes de la calle Utrera, instalaron muchos industriales sus puestos.

Sólo dos años más tarde de aquellas primera edición, la feria de Morón cobró una importancia, según documento oficial conservado en los archivos del Ayuntamiento, en el que refleja que fueron 21.233 el número de las cabezas de ganados que en en el año 1863 pasaron por la feria, junto con la asombrosa cantidad de diez mil habitantes que por entonces ya contaba el pueblo. Estos esfuerzos fueron reconocido por el Estado otorgándole el título de Ciudad que ostenta desde 1894 cuando la villa ha crecido y progresado, tanto, que ya tiene capacidad para los 14,000 habitantes que la pueblan.

En el primer cuarto de siglo, la feria de este pueblo se parangona con las de más de categoría de las que se celebran en Andalucía.

En 1909 incorpora a sus programas el cinematógrafo y en la edición de 1915, monta espectáculos taurinos en su nueva plaza de toros de la calle Cantarería.

El avance de las comunicaciones también llega al cambio de la feria, tanto en el modo de vivirla como en  los días en que se celebra, pasando a ser el jueves de septiembre  concluyendo el tercer domingo.

Pero no sólo la fecha, ha cambiado también la forma, y hasta el nombre: Feria y Fiestas tendrá que aparecer en los carteles a partir de los años cincuenta, para anunciar esta fiesta popular.

El objetivo, hoy igual que ayer, el divertimento; pasarlo bien; romper la monotonía, fomentar la necesidad de relación humana.

La feria se vive, se goza a tope, en proporción con la vitalidad que emane del pueblo; por ello las ferias, también son un termómetro que mide los tiempos y los talantes en cada edición: las opulencias, o las épocas decadentes, y desde los años ochenta, ha pasado por el tamiz de los colectivos y la liberación de los jóvenes. Y como ya se elige al alcalde, se instituye la caseta municipal; peñas, pandas, y tertulias; asociados afines, montan su palacio de papel artesanal en la Alameda y la fiesta se convierte en otra cosa, más participativa, viva y alegre donde el quiera y pueda vivirá días de jolgorio a pleno pulmón.

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